sábado, 10 de octubre de 2009

Los sirvientes y la casa

En una época hubo un hombre sabio y bondadoso, que era dueño de una gran casa. Durante el curso de su vida, a menudo debió alejarse de ella por largos periodos. Cuando hacia esto, dejaba la casa a cargo de sus sirvientes.
Una de las características de estas personas era la de ser muy olvidadizas. Olvidaban, de cuando en cuando, la razón por la cual estaban en la casa; de modo que realizaban sus tareas en forma mecánica. Otras veces, pensaban que deberían hacer las cosas de modo diferente al prescripto en las obligaciones que les habían asignado. Esto se debía a que habían olvidado sus funciones.
Una vez, cuando el amo se alejo por mucho tiempo, surgió una nueva generación de sirvientes, quienes pensaron que realmente ellos eras los dueños de la casa. Sin embargo, como estaban limitados por su ambiente, pensaron que estaban en una situación paradójica. Por ejemplo, a veces quisieron vender la casa, pero no pudieron hallar compradores, porque no sabían cómo realizar la venta. En otras oportunidades llegaron personar con intención de comprar la casa, pidiendo ver el titulo de propiedad, pero como nada sabían de títulos, los sirvientes pensaron que eran locos, y de ninguna manera compradores genuinos.
La paradoja también se manifestaba en el hecho de que llegaban suministros para la casa, continua y “misteriosamente” y esto no se ajustaba a la suposición de que los ocupantes eran los responsables de toda la casa.
Instrucciones sobre el funcionamiento de la casa habían sido dejadas en los aposentos de amo, para refrescarles la memoria.
Pero después de la primera generación, los aposentos habían llegado a ser tan sacrosantos que a nadie se le permitió la entrada, considerándoselos con el tiempo un misterio impenetrable. Algunos, incluso, sostuvieron que no existía tal aposento, aunque podían ver sus puertas. Sin embargo, otra era la explicación que daban a la existencia de estas puertas: una parte de la decoración de las paredes.
Tal era la condición de los sirvientes de la casa, que ni tomaron posesión de la casa ni se mantuvieron fieles a su contenido original.

La tradición afirma que este cuento fue muy utilizado por el mártir Sufi el-Hallaj, quien fue ejecutado en 922, alegando que dijo : “Yo soy la verdad”.
Hallaj dejo una notable colección de poesía mística. Corriendo grandes riesgos, muchos Sufis durante los últimos mil años, han sostenido con firmeza que Hallaj fue un iluminado de alto rango.

viernes, 9 de octubre de 2009

Cuento

Un sufi llegó a una remota aldea donde no conocía a nadie. Luego de encontrarse con algunas personas, notó que tenían una inusual avidez de conocimiento espiritual. Lo invitaron a compartir sus conocimientos en una reunió que habría para ese efecto. Aun cuando este sufi no se sentía seguro todavía de poder transmitir su conocimiento espiritual, aceptó la invitación.
Asistió mucha gente a la reunión y el sufi encontró a su audiencia extremadamente receptiva a lo que él decía, y, mas significativo aun, descubrió que era capaz de expresar sus enseñanzas con una elocuencia que jamás había experimentado. Se fue a dormir esa noche sintiéndose muy complacido.
Al día siguiente se encontró con un anciano de la aldea. Se saludaron como hermanos, y el anciano le expresó su gratitud por la velada anterior. El sufi estaba comenzando a sentirse muy especial. Incluso se dijo a sí mismo que había sido guiado a esa aldea para impartir la sabiduría que había acumulado a lo largo de sus muchos años de entrenamiento y servicio. Tal vez, si esta gente era sincera, se podría quedar con ellos por un tiempo y ofrecerles instrucción adicional en la Vía del Amor y la Recordación. Ciertamente se trataba de una comunidad merecedora y sincera. Justo en ese momento, el anciano lo invito a otra reunión esa tarde.
Los aldeanos se juntaron de nuevo esa noche, pero esta vez eligieron al azar a uno de ellos para que se dirigiera a la asamblea.
Éste también, dio un discurso muy elocuente, lleno de sabiduría y de amor. Después de la reunión el sufi se encontró otra vez con el anciano. Este le dijo: “Como puedes ver el Amigo nos habla de muchas maneras. Aquí somos todos especiales y receptivos a la Verdad y por eso la Verdad se puede expresar con facilidad.
Aprende que el yo que se sintió tan complacido anoche y el yo que se sintió opacado esta noche son ambos irreales. Póstralos a ambos ante el Amigo interior si quieres encontrar sabiduría y dejar de juzgarte tan severamente”.

Kabir E. Helminski

martes, 6 de octubre de 2009

Cocinando la col

Dos ladrones se encontraron un día en el País de los Tontos.
Como toda la gente de la misma profesión, comenzaron a jactarse de sus hazañas.
Uno de los ladrones dijo:
- ¡Una vez robe una col tan grande como una casa!
El otro dijo:
- Una vez robe una cacerola como un palacio.
El primer ladrón dijo:
- ¿Para qué querría alguien una cosa así?
El segundo ladrón dijo:
- ¡Se necesita para cocer tu col en ella!

Un escorpión no tiene una gran apariencia - ¡entre picadura y picadura!.
Dicho

lunes, 5 de octubre de 2009

Penetración de significado

Un “secreto” de los Sufis es su método para lograr que las personas sean concientes de las verdades contenidas en las experiencias, y también en la literatura, negada por aquellos cuyos hábitos o emociones subjetivas constituyen un muro.
Dice Saadi, en su Bostan: “La puerta de la iluminación está abierta para aquellos que tienen otras puertas cerradas”. Estas puertas son, por lo general, las de la intelectualidad – o la creencia de que las propias ideas abrirán las puertas- y las puertas a lo puramente escolástico o a los acercamientos sólo sistemáticos, sin la comprensión que hace posible limpiar la mente de hojarasca.
Idries Shah