sábado, 13 de noviembre de 2010

El rey Darío y su caballerizo

Darío, rey de Persia, estaba cazando un día cuando se encontró apartado de sus sirvientes. Cabalgaba solo a través de una pradera y observó que un hombre corría hacia él.
“Es un enemigo” – pensó – y colocando una flecha en su arco, apuntó.
- Mi señor – gritó el hombre lleno de miedo – No disparéis. ¿No me reconocéis? Soy vuestro caballerizo y cuido de vuestros corceles.
- Da gracias a tu buen ángel – dijo Darío sonriendo, mientras guardaba la flecha – un minuto más y estaría muerto.
El caballerizo rio nerviosamente, se acercó y se inclinó.
- Espero que me perdonéis mi señor, si os ofrezco un consejo – dijo - ¡Tiene que haber algo verdaderamente errado cuando un rey no distingue a un amigo de un enemigo! Una de las exigencias de la gran posición que ocupáis es la de saber quién es cada uno de vuestros seguidores. He estado a menudo en vuestra presencia y hemos discutido varias veces sobre los caballos que cuido para vos. Pero ahora, cuando corría lleno de alegría cruzando el prado para daros la bienvenida, no deberías haber pensado que era un enemigo.
- ¿Veis todos esos corceles? – dijo el caballerizo extendiendo los brazos - ¡Hay cientos de ellos, miles de ellos! Y conozco el nombre de todos. Nombrad uno y os lo traeré. Esta es la razón de que me confiaseis este puesto. ¡Oh majestad! Deberíais atender a vuestra grey con el mismo cuidado.
Se dijo que Darío se dirigió amablemente al hombre y que grabó el consejo en su corazón.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Ejemplo

Había una vez un derviche cuya reputación, debido a sus logros espirituales y temporales, se incrementaba con el paso de los años.
Un día decidió casarse. Para sorpresa de todos los que le conocían, eligió la mujer de peor temperamento en muchas millas a la redonda.
Cierto baba errante que le visitó, no mucho tiempo después de su boda, no pudo dominar su curiosidad a la vista de este hombre santo constantemente interrumpido y criticado por una estúpida mujer.
Pidió a su anfitrión que le explicara la razón.
El derviche dijo:
- Hermano, cuando penetres más allá de lo obvio, se te aclararan muchas cosas. Ocurre que las arengas de mi mujer evitan que me convierta en demasiado dominante. Sin ella, mi posición como sabio se me subiría a la cabeza. Además siempre existe la posibilidad de que ella pueda ver, al comparar su conducta con la mía, que podría modificar su rudeza y asegurar su propia felicidad celestial.
Verdaderamente, hay que practicar las imitaciones de los sabios, se dijo entre si el baba.
Quedó profundamente impresionado por la explicación y, tan pronto como volvió a su propio hogar, se caso con la mujer de temperamento mas repugnante que pudo encontrar.
Ella lo injuriaba ante sus amigos, pariente y discípulos. Pero la mansedumbre del baba sólo servía para incrementar su desprecio y sus mofas.
Antes de que hubieran pasado muchos meses, la esposa del baba había enloquecido, y tanto se había acostumbrado a amenazar a la gente si provocar ninguna reacción, que un día empezó una disputa con una mujer aun mas depravada que ella, la cual la mató.
El baba viudo volvió a la vida errante, y un día se encontró otra vez en la casa del derviche a quien explico su historia.
El derviche dijo:- Si me hubieras preguntado, en lugar de precipitarte a poner en práctica un principio medio comprendido, te hubiera dicho que no era una regla general, y cómo ponerla en práctica en tu caso particular. Tratando de beneficiarte, has hecho daño a otros.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Dulzura sin fin

from kynight on Vimeo.

Ansari y la búsqueda de ti mismo

Quieres ser capaz de evaluar las instituciones de los Sufis.
Quieres obtener el conocimiento de ti mismo. Puedes obtener lo primero cuando hayas logrado lo último. El jeque Abdullah Ansari, de Herat, en común con todos los maestros Sufis clásicos, insiste en que debes verte a ti mismo con ojos ajenos, es decir, apartado de tu presente forma de observar las cosas; de otro modo tu fijación con este yo secundario sólo aumentará su fuerza y empañará tu comprensión objetiva.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Los secretos de la eternidad
están más allá de nosotros;
sus desconcertantes palabras
nos es imposible entender,
pues nuestras palabras y acciones
tienen lugar a este lado del velo.

Alma mia,
cuando desaparece el velo,
nosotros desaparecemos.

RUMI