sábado, 25 de abril de 2009

EL HOMBRE SABIO



“Sabio” es una de esas palabras que la gente no ha sido lo suficientemente sabia para definir con precisión. Uno se encuentra constantemente con personas a las cuales se denomina sabias, pero que al parecer tan sólo han impresionado a otros. “Sabio”, evidentemente, no es un término absoluto; alguien puede ser sabio en relación a unas cosas y no serlo con respecto a otras.
De manera que, ¿hasta qué punto es sabio el sabio? ¿Qué importancia tiene para tu propia vida la sabiduría de alguien? ¿Hasta qué punto el listo lo es en realidad?
Pienso que vale la pena examinar la historia del pájaro listo. Este es un cuento muy antiguo. Lo que descubras en él dependerá en gran medida de donde estés en el momento en que lo escuches.

Cada año, un pájaro amante de la paz ponía una nidada de huevos. Con la misma regularidad, un zorro, en cuyo territorio el pájaro anidaba, aparecía y obligaba al pájaro hembra a arrojarle dos de sus polluelos, que el zorro se comía.
-Es mi derecho- decía el zorro-, y si lo rechazas subiré y me comeré todos tus polluelos.
Un día, cuando la desventurada ave estaba acurrucada con sus pequeños, esperando tristemente la llegada del zorro, un pájaro mas sabio bajó volando y se posó cerca de ella, que le contó sus problemas.
-La solución es fácil- dijo el pájaro mas sabio-. Los zorros no pueden trepar a los árboles. ¡Pon al descubierto su engaño!
Aunque asustada, el ave siguió el consejo. El zorro se enfureció al oírla.
-¿Quién te ha dicho a ti que no puedo trepar a los árboles?- preguntó.
-El pájaro listo. El es muy sabio.
El zorro se fue y permaneció al acecho hasta que encontró al pájaro listo encaramado en una rama; se puso a hablar con él.
-Dime- dijo el zorro, tras haber intercambiado algunas observaciones generales-, ¿Qué haces en invierno? Los zorros tenemos madrigueras para resguardarnos, pero los pájaros no parece que dispongáis de refugios adecuados.
-Eso es muy fácil- le dijo el pájaro-, descendemos hasta los setos y metemos la cabeza debajo del ala.
El zorro sacudió la cabeza, como si estuviera perplejo.
-¿Cómo lo hacéis exactamente? Debe de tratarse de algo muy ingenioso…
-Te lo mostraré si así lo quieres- dijo el pájaro.
Descendió volando hasta el seto, que, como era verano, no tenía una gran espesura, y se posó en él, metiendo la cabeza debajo del ala.
El zorro se abalanzó sobre él y lo engulló.
Todo el mundo puede ser listo cuando se trata de los problemas de otras personas – eso dice una interpretación de esta historia-, pero no es tan fácil aplicarse la sabiduría a uno mismo.
Idries Shah