lunes, 22 de junio de 2009

Cosas que no puedes decir

P: Obtengo vislumbres de cosas y de ideas. Encuentro imposible ponerlo en palabras. No puedo decirlas. Y no tengo palabras para ellas. A menudo surgen como resultado de cosas que usted ha dicho, como una especie de “reconocimiento de la verdad”. Me gustaría aproximarme más a esto.

R: Supongo que esto es una pregunta. Estos “vislumbres” de algo que no puedes formular se deben a que no puedes formularlos de los modos que estas acostumbrado a utilizar. Si intentas verbalizarlos desaparecerán. Desearías tener mayor cercanía. Esta cercanía surge cuando encuentras una de estas cosas, o un grupo de ellas, juntándose con otras, o con otro grupo. Pero tienes que encontrarte en la etapa en la cual puedas venir y solicitar el método. Mientras permanezcas luchando no llegaras más lejos, ya que no puedes aproximarte más de tus mecanismos actuales. Las personas que te dicen que puedes hacerlo, dicen esto por una de las dos simples razones que te explicaré:
1. Porque saben que tienen que fatigar, evadir o agotar tu capacidad “intelectualizadora” antes de que puedas aceptar la existencia de otra facultad.
2. Porque son imitadores deliberados o inconcientes cuyas enseñanzas se derivan de mimetizar la etapa antes mencionada, que, a partir de esa etapa primaria en algún momento distante, se ha transmitido repentinamente.

El estado de hombre rico
Un millonario decidió visitar a un sufi para obtener su bendición.
Realizó un largo viaje acompañado por una deslumbrante comitiva y al fin llegó al hogar del sabio.
-Oh iluminado- exclamó el hombre rico al estar en presencia del sabio- Maestro cuyas invocaciones obtienen siempre respuesta, di una oración por mí.
-¿Qué oración quieres que realice? – pregunto el sufi.
-Pide – respondió el potentado- que nunca caiga en un estado inferior al que me encuentro ahora.
El sufi estuvo de acuerdo y efectúo la oración.
Algunos años mas tarde, el sufi entró en un miserable caravanserrallo y encontró a un mendigo, vestido con harapos, que le atacó en cuanto lo vio.
-Yo soy aquel magnate por quien tu rezaste, falso y villano supuesto sufi- gritó el mendigo.
El sufi dijo:
-¿Cuál es tu queja?
-¿Queja? Mírame, pidiendo limosna e infeliz…
- Tu oración- dijo el sufi- ciertamente obtuvo respuesta. Tu estado era codicia e inseguridad, y aún te encuentras fuertemente atrapado en sus garras.

IDRIES SHAH