miércoles, 8 de julio de 2009

Cuando la muerte llegó a Bagdad

El discípulo de un Sufi de Bagdad estaba un día sentado en un rincón de una posada, cuando oyó hablar a dos personajes. Por lo que decían, se dió cuenta de que uno de ellos era el ángel de la Muerte.
“Tengo varias visitas que hacer en esta ciudad durante las próximas tres semanas”, le decía el Ángel a su compañero.
Aterrorizado, el discípulo se escondió hasta que ambos hubieron partido. Entonces, usando su inteligencia para resolver el problema de cómo frustrar una posible visita de la muerte, decidió que si se mantenía alejado de Bagdad, no seria alcanzado. Solo hubo un corto paso entre este razonamiento y alquilar el caballo más veloz disponible y espolearlo día y noche en dirección a la lejana ciudad de Samarcanda.
Mientras tanto La Muerte se encontró con el maestro Sufi y hablaron sobre diversas personas. “¿Y donde esta tu discípulo tal y tal?” pregunto La Muerte.
“Debe de estar en algún lugar de la ciudad, empleando su tiempo en contemplación, quizá en una posada”, dijo el maestro.
“Que extraño”, dijo el Ángel, “pues se halla en mi lista. Sí, aquí esta: tengo que recogerlo dentro de cuatro semanas, nada menos que en Samarcanda”.

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Esta manera de presentar la Historia de la Muerte ha sido tomada del Hikayat-i-Naqshia (“Cuentos a los que se les da forma siguiendo un plan o diseño”).
El autor de esta historia, favorita del folklore de Medio Oriente, fue el gran Sufi Fudail Ibn Ayad, un ex salteador de caminos, quien vivió a comienzos del siglo IX.
De acuerdo con la tradición sufi, confirmada por documentos históricos, Haroun el-Raschid, el califa de Bagdad trató de concentrar “todo el conocimiento” en su corte. Varios Sufis vivieron bajo su patronazgo, pero ninguno permitió que este monarca todopoderoso lo enrolara bajo su servicio.
Historiadores Sufis cuentan como Haroun y su Visir llegaron a la Meca para ver a Faudail quien dijo: “¡Comendador de los Creyentes! ¡Temo que tu gentil rostro pueda caer en el fuego del infierno!”.
Haroun le pregunto al sabio: “¿Has conocido alguna vez a alguien con un desapego mayor al tuyo?”
Fudail dijo: “Sí. Tu desapego es mayor que el mío. Yo no puedo desapegar del ambiente que me rodea; pero tú te has desapegado de algo mucho más grande, de aquello que es eterno”.
Fudail le dijo al Califa que el poder sobre sí mismo era mejor que mil años de poder sobre otros.

del libro Cuentos de los Derviches - Idries Shah