domingo, 29 de agosto de 2010

12

En una bella noche de luna, Jelal y Shemsu subieron juntos a la terraza del colegio; todos los habitantes de Konya estaban durmiendo en las terrazas de sus casas.
Shemsu comentó: ¡Mira todas estas pobres criaturas! Están muertas a todo sentido de su Creador en esta bella noche del secreto de Dios. Jelal, ¿no les despertarás por infinita compasión y les permitirás obtener su parte en la lluvia de bendiciones de esta noche?
Solicitado, pues, Jelal de esta manera, se volvió hacia La Meca y ofreció la siguiente oración a Dios: “Oh, Tu, Señor del cielo y de la tierra, por amor de tu siervo Shemsu-d-Din otorga el despertar a esta gente”.
Inmediatamente surgió una nube negra del mundo invisible. Se desencadenaron truenos y rayos, cayó una lluvia tan fuerte que todos los que dormían, recogiendo la ropa que pudieran, se refugiaron rápidamente en el piso inferior de sus casas. Shemsu sonrío ante esta santa broma y quedo muy divertido.
Cuando amaneció, los discípulos se reunieron a su alrededor, y eran tan numerosos como las gotas de agua de aquel aguacero; y Shemsu les contó la historia con los siguientes comentarios:
“Hasta ahora, todos los profetas y santos han buscado esconder a los ojos vulgares los poderes milagrosos que poseían, de forma que nadie se diese cuenta de este hecho. Pero ahora, nuestro Señor y Maestro Jelal ha tenido tanto éxito en seguir secretamente el camino del amor místico que sus poderes milagrosos se han escapado hasta ahora incluso de la búsqueda de los ojos incluso del principal electo de Dios, pues como se ha dicho: “En verdad Dios tiene santos que nadie conoce”.
Shemsu-D-Din El Eflaki