Al Mulá Nasrudin se le vió un día caminando penosamente con sus zapatos colgados de los cordones alrededor de su cuello.
El hombre que vió esto, al pasar, dijo:
- Hola, Nasrudín ¿por qué no te calzas los zapatos?
- ¡Qué! - dijo Nasrudín -; ¿y gastarlos?
Un poco mas tarde, un clavo le perforó un pie.
- Gracias a Dios que he mantenido mis zapatos a salvo - se dijo el Mulá a sí mismo.