martes, 1 de septiembre de 2009

La concentración sobre muy pocos principios

Casi todo el mundo que está vivo ha sido educado dentro de un sistema social que subraya con fuerza ciertas virtudes y vicios, y también deja muchas actitudes importantes sin examinar.
Es habitual, por ejemplo, que la gente transmita que la codicia es nociva; al tiempo que ignoran alegremente el hecho demostrable de que también la codicia cuando se dirige hacia cosas supuestamente buenas (digamos codicia por el conocimiento o la santidad) continua siendo codicia. Y, por supuesto, es la propia codicia la que daña a la persona, no aquello que supuestamente está intentando hacer.
Ignorar el hecho de que ciertas actitudes son dañinas da como resultado que estas actitudes, como la codicia, continúen actuando, influenciando al individuo y evitando su aprendizaje y su progreso.
El maestro es capaz de observar el funcionamiento de tales actitudes subjetivas, y de ayudar a corregirlas. Cuando ve la manifestación de subjetividades dañinas pero difíciles de observar, es capaz de prescribir para corregirlas.
Puedes observar por ti mismo lo fuerte que es, por ejemplo, la vanidad de la gente que se cree que es humilde.
Eludir la propia censura o disciplina a causa de las características adversas, a veces se parece a un malhechor que huye de una parte de la mente a otra.
De ahí que el siguiente chiste tenga utilidad ilustrativa:

En el País de los Tontos, un granuja fue perseguido hasta un teatro. La policía de inmediato cerró todas las salidas. Desgraciadamente, el hombre escapó por una de las entradas.
Idries Shah