sábado, 30 de enero de 2010

El prisionero



El hijo del rey Azud había estado enfermo durante algún tiempo, y el monarca estaba empezando a perder la paciencia.
- Probad soltando todos vuestros pájaros enjaulados- aconsejó uno de los presentes.
El rey fue a su jardín y abrió todas las jaulas. Los pájaros, agitando estrepitosamente
las alas, volaron libres. Solo una de las aves siguió encerrada. Era el famoso ruiseñor de dulce canto, que estaba en una jaula especial colgada del arco de una glorieta.
A la mañana siguiente, el príncipe entró rápidamente en el jardín para encontrarse con que las aves habían volado. Pero cuando vio al ruiseñor, sonrío con tristeza.
- A ti también tendrían que haberte dejado libre – dijo – si no tuvieses una voz tan maravillosa.