domingo, 5 de septiembre de 2010

El pícaro, las ovejas y los aldeanos

Había una vez un villano que fue atrapado por la gente de una aldea. Lo amarraron a un árbol, para que meditara sobre los sufrimientos que le iban a imponer; y se alejaron después de decidir arrojarlo al mar cuando se acabaran sus trabajos del día.
Pero un pastor, que no era muy inteligente, pasó y le preguntó al pillo astuto por qué estaba amarrado así.
-Ah,- dijo el pillo – unos hombres me pusieron aquí porque no quiero aceptar su dinero.
- ¿Por qué quieren dártelo, y por qué no quieres aceptarlo?- preguntó el pastor sorprendido.
- Porque soy un contemplativo y ellos me quieren corromper – dijo el pillo – son hombres sin Dios.
El pastor sugirió que tomaría el lugar del pillo y le aconsejó escapar para ponerse lejos del alcance de aquellos sin Dios.
Así fue que cambiaron lugares.
Los ciudadanos regresaron después del anochecer, pusieron una bolsa sobre la cabeza del pastor, lo ataron y lo arrojaron al mar.
A la mañana siguiente se asombraron de ver que el pillo entraba a la aldea con su rebaño de ovejas.
Le preguntaron -¿Dónde ha estado y de dónde has sacado esos animales?
- En el mar hay bondadosos espíritus que recompensan a todos los que se introducen en él y se ahogan de ese modo- dijo el pillo.
En menos tiempo del que tarda en contarse, la gente corrió hacia la orilla y se zambulló en el mar.
Así fue como el pillo se adueñó de la aldea.
La gente que comienza con una idea correcta, a menudo se destruye al dejar que su codicia se apodere de ella.
Pero, puesto que piensan mucho sobre la buena idea, hablan de ella y hasta actúan de acuerdo con ella, otros, y ellos mismos, no se dan cuenta de que su codicia los ha puesto en el camino de la destrucción.

Del libro Sufismo en Occidente