martes, 5 de octubre de 2010

Cuento III

El santo y el pavo real

Un sabio fue a labrar un campo, y vio un pavo real diligentemente ocupado en destruir su propio plumaje a picotazos. Al ver esta insensata autodestrucción el sabio no se pudo contener, y le grito al pavo real que dejara de mutilarse y arruinar su belleza de esa manera desenfrenada.
El pavo real entonces, le explicó que el brillante plumaje que él admiraba tanto era una fuente de peligro para su infortunado dueño, ya que lo llevaba a ser constantemente perseguido por los cazadores contra quienes él no tenia fuerza para luchar; y que, por consiguiente, había decidido deshacerse de él con su propio pico y quedar tan feo, que en el futuro ningún cazador se preocuparía por molestarlo.
El poeta procede a señalar que la mundana inteligencia, talento y riqueza, ponen en peligro la vida espiritual del hombre, como el plumaje del pavo real, pero sin embargo, están dispuestos para ponernos a prueba y sin tales pruebas no puede haber virtud.

Rumi