domingo, 21 de noviembre de 2010

Transmitiendo

Puedes conocer a las personas muy bien, verlas diariamente, vivir en la misma casa con ellas. No conceden especial importancia a lo que dices o haces hasta que se enteran que vas a aparecer en televisión. Entonces se apresuran a llegar pronto de la oficina, no para verte en casa, sino para verte diciendo las mismas cosas en televisión.
Del mismo modo, numerosas personas que no soñarían en leer uno de tus libros se apiñaran incomodas alrededor de un aparato de radio para escuchar cómo otras personas hablan acerca del libro.
Es una triste carencia de la cultura no haber hecho posible que la gente tome interés en algo a menos que esté dramatizado (por el mero acto de transmitirlo) o ritualizado.
Es la misma gente que dice:”Tengo que venir a tu conferencia”. Cuando respondes “me puedes escuchar diciendo las mismas cosas cada día, sin tener que asistir a una reunión”, contestan invariablemente: “Si, pero no es lo mismo”.