sábado, 27 de agosto de 2011

El aldeano y el diamante

Cuenta una antigua historia que un viajero había llegado a las afueras de una aldea y acampó bajo un árbol para pasar la noche. De pronto, llegó corriendo un joven que, entusiasmado, le gritó: “¡Dame la piedra preciosa!”. El viajero le miró desconcertado y contestó: “Lo siento, pero no sé de qué me hablas”. Más calmado, el aldeano continuó. “Ayer por la noche una voz me habló en sueños, y me aseguró que si al anochecer venía a las afueras de la aldea, encontraría a un viajero que me daría una piedra preciosa que me haría rico para siempre”.

El viajero rebuscó en su bolsa y extrajo una piedra del tamaño de un puño. “Probablemente se refería a esta. La encontré en un sendero del bosque hace unos días. Me pareció bonita y por eso la cogí. Tómala, ahora es tuya”. ¡Era un diamante! El aldeano, eufórico, lo cogió y regresó a su casa dando saltos de alegría.

Mientras el viajero dormía plácidamente bajo el cielo estrellado, el joven no podía pegar ojo. El miedo a que le robaran su tesoro le había quitado el sueño y pasó toda la noche dando vueltas sobre la cama. Al amanecer, fue de nuevo corriendo en busca de aquel viajero. Nada más verlo, le devolvió la piedra preciosa. Y muy seriamente, le suplicó: “Por favor, enséñame a conseguir la riqueza que te ha permitido desprenderte de este diamante con tanta facilidad”.