martes, 31 de marzo de 2009

La importancia de la intención



En comparación con tiempo más antiguos, la gente de hoy en día está en una posición excelente para examinar sus acciones desde el punto de vista de la intención. La razón básica para esto es que ahora hay una fuerte consciencia de que la gente puede hacer cosas por motivos inconscientes, ignorando ellos mismos las fuentes de sus acciones.

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Tradicionalmente, por supuesto, muchas culturas se han dado cuenta que “un hombre puede haber recibido una patada de su superior, y como consecuencia le da una patada a su asno”. La intención no es dañar al asno, ni siquiera hacer que el asno se mueva. Este es un caso de la motivación tomando el lugar de la intención: puede denominarse “falsa intención”. Un observador, por supuesto, a menudo atribuirá una intención a una acción que ha presenciado, debido al deseo de explicarla: “dio una patada al asno, por lo tanto el asno había hecho algo mal”; o: “evidentemente su intención era hacer que el asno se moviese”.
Pero, para comunidades enteras, los pensamientos, palabras y acciones son el resultado de una ideología interiorizada: intención bloqueada no del individuo o del grupo, sino del inspirador, instructor y adiestrador del grupo (o sistema de adiestramiento u organización).
En el campo religioso en general solo hay una débil apreciación del papel de la “intención cristalizada” en los actos de los creyentes. Externamente se puede alabar la necesidad de tener una intención recta, y no beneficiarse personalmente de un pensamiento o acción. Pero se puede demostrar fácilmente en muchos casos que la gente –por ejemplo- hará proselitismo con otros debido a la cualidad emocionalmente satisfactoria del acto. La intención aparente, por lo que al individuo atañe, de servir a la comunidad y ayudar al prosélito, no es otra que proporcionar una satisfacción emocional al misionero.
Tras minuciosa inspección, aquellos que se oponen a este punto de vista a menudo resultan ser personas que de hecho están recibiendo tales “satisfacciones sustitutorias”.
Sin embargo, es vital que se conozca la verdadera intención de una acción. Si se trata de satisfacción emocional, entonces no hay daño alguno, siempre que exista una necesidad de esta y que además no se confunda con algo distinto: piedad, por ejemplo. Esto se debe a que hay un área del individuo donde reside la verdadera intención, más allá de la satisfacción personal. Si ésta no se desarrolla, el individuo, por muy piadoso que sea, estará viviendo una ilusión.
Idries Shah