martes, 30 de junio de 2009

La cotorra

Después vino la cotorra, con azúcar en el pico, vestida de verde como el pistacho y adornada con un collar de oro. En comparación a su brillo, el gavilán no es más que un mosquito y por todas partes el verdor es el reflejo de sus plumas. El azúcar destila de sus palabras, pues ella mastica azúcar desde la mañana. Escucha cual es su lenguaje:
”Unas gentes viles con el corazón de acero – dijo – me han encerrado, con lo encantadora que soy, en una jaula de hierro. Retenida en esta prisión, yo deseo con ardor la fuente del agua de la inmortalidad guardada por Khizr. Estoy vestida de verde, pues yo soy el Khizr de los pájaros. Yo querría beber en la fuente de esta agua, pero no tengo fuerzas para elevarme hasta el ala del Simorg; la fuente de Khirz me basta”.
La abubilla le respondió:
“Oh, tu que no tienes ninguna idea de la felicidad, sabe que el que no sabe renunciar a su vida no es hombre. La vida te ha sido dada para que puedas poseer por un solo instante una digna amiga. Busca sinceramente el agua de la vida; ponte, pues, en marcha, pues no tienes la almendra, sólo tienes la cáscara. ¿Quieres sacrificar tu vida por las damas? Imita a los hombres dignos de este nombre, entrando francamente en su camino”.

Fariduddin Attar