miércoles, 28 de octubre de 2009

Potencialidad y función

Pregunta: ¿Cuál es el valor de los ejercicios espirituales?
Respuesta: Te contaré una historia

El juego de ajedrez
Cierto paisano estaba aprendiendo a jugar al ajedrez. Se sentía bastante confundido porque la pieza que conocía como castillo era algunas veces también considerada como elefante, otras veces como castillo, también como torre, etc.**
Por fin logro aprender los nombres y el juego comenzó.
En pocos movimientos, su maestro le comió uno de sus castillos. Levantándolo con furia el paisano aplastó la pieza con su pie, diciendo:
- ¡Si, tienes muchos nombres y te mueves de muchas maneras, pero en acción no sirves para nada!.
¿Cuál es el valor de cualquier cosa?
El valor de los ejercicios espirituales es ser de valor para aquellos a quienes están dirigidos. El interés humano debería suministrar la base correcta para el ejercicio, no buscar el ejercicio en sí mismo. El ejercicio está allí y la necesidad está allí. ¿Cual es el estado del individuo? Saadi, en Jardín de las rosas dice :
El santuario está enfrente, el ladrón detrás:
si avanzas, ganas, si te duermes, mueres.

Si realizas ejercicios espirituales sin ser aun capaz de distinguirlos de las actividades emocionales, estarás sólo agregándolos a tu vida emocional. Es por eso que siempre son prescriptos en las autenticas escuelas, no como los sistemas circenses que monta cualquiera en los cultos imitativos.
Quizás una de las mejores formas de recordar esto es relacionarlo con el relato del gordo que comía un enorme plato de comida. Alguien le dijo:
- ¿No estas a dieta?
- Sí- dijo el gordo – pero ya tuve mi dieta hoy. Esta es mi cena.

El condicionamiento puede ser tan absorbente que abarca sistemas que en su origen eran flexibles y específicos, dejándolos por lo general irreconocibles, aunque desafortunadamente no carentes de popularidad.
Esta situación ha generado un chiste bastante insípido, pero que sin embargo tiene cierta cualidad amenazadora:

¿Sabes tú quien soy yo?
Un derviche errante se sentó junto a un hombre de aspecto desgreñado que encontró en el camino. Este comenzó a decir:
-No puedo orar, no puedo comprender los clásicos Sufis, no me gustan los ejercicios esotéricos…
- ¿Por qué no dejas todo eso?- aconsejó el derviche
- ¿Cómo podría hacerlo? Soy un famoso “maestro Sufi” en estos temas…

Idries Shah